Los iluminados

Apreciación

Una pareja -interpretada por Camille Cottin y Eric Caravaca- y sus cuatro hijos se encierran poco a poco en la Comunidad de La Colombe, hasta convertirse en miembros muy activos. Los intercambios de servicios son diarios, pero las reglas son estrictas. Los excesos sectarios son cada vez más comunes y se articulan entre el arcaísmo y la locura. Volviéndose fundamentalistas, los personajes intentan, en un círculo vicioso, ahuyentar el mal que albergan.
El casting, proporcionado por Elsa Pharaon y David Bertrand, está muy bien pensado y tiene éxito. Céleste Brunnquell se muestra excelente como adolescente ante el drama que se desarrolla a su alrededor, mientras se entrega a sus primeras emociones, con los ojos bien abiertos. Al sacrificarse por su madre, la joven siempre tiene la tentación de salir de su entorno. Pero la presión comunitaria y familiar es siempre la más fuerte, hasta el día en que la envidia pone todo patas arriba. La protagonista se reafirmará cada vez más, romperá todas las reglas porque ya no quiere fingir. El castigo sólo será más terrible. Entre sesiones de exorcismo y autoflagelación, intentará proteger a sus hermanos y hermanas, sacándolos de ese entorno que los hace infelices.
Jean-Pierre Darroussin encarna con una fachada bonachona a un pastor autoproclamado, que es entrometido al repartir puntos buenos y malos a sus ovejas. Camille Cottin nos presenta un papel diferente al habitual, con su aire ausente, su mirada en el vacío, jugando con la debilidad, la fragilidad y la depresión, con una fuerza dramática de la que sabemos que es capaz desde hace mucho tiempo. Encarna tanto a una madre, a una devota dichosa como a una mujer que de repente se convierte en una niña ante las reprimendas del pastor.
El guión y la dirección de Sarah Suco son hábiles, precisos y particularmente bien construidos para cautivar a los espectadores con esta historia que provoca ansiedad. Con este primer largometraje que dedica a sus hermanos y hermanas, Sarah Suco (acompañada de Nicolas Silhol, coguionista), destaca un verdadero talento narrativo.
La historia se cuenta únicamente desde el punto de vista de Camille (“a la altura de un niño”, como especifica Sarah Suco). ¿Hubiera sido mejor saber más de los padres, no para disculparlos, sino para tener una visión global y no casi totalmente dependiente? No estoy seguro, y esa habría sido una historia diferente.

Por Benjamin Oppert