Introducción
Inmediatamente después de Z, Costa-Gavras continuó con L’Aveu, su segunda representación del totalitarismo. Adaptada esta vez de un libro de Artur London ubicado en Praga en 1951, la historia es la de Anton (Yves Montand), viceministro de Asuntos Exteriores con un pasado irreprochable, que se encuentra atrapado en la espiral de las purgas estalinistas. Acusado de ser un traidor a la Unión Soviética y de estar al servicio del imperialismo estadounidense, Anton es sometido a torturas durante varios meses, siendo inocente.
Ficha técnica
La confesión / L’aveu / The confession
Costa-Gavras / 1970 / 2h10m / Francia, Italia
Guión: Jorge Semprún. Libro: Artur London, Lise London
Género: Drama, Política. Basado en hechos reales
Fotografía: Raoul Coutard
Montaje: Françoise Bonnot
Música: Giovanni Fusco
Intérpretes: Yves Montand, Simone Signoret, Gabriele Ferzetti, Michel Vitold, Jean Bouise, Laszlo Szabo, Monique Chaumette, Guy Mairesse, Marc Eyraud, Gérard Darrieu, Gilles Segal, Charles Moulin, Nicole Vervil, Georges Aubert
Producción: Les Films Pomereu, Les Films Corona, Fono Roma, Selenia Cinematografica
Distribución: Institut Français / Embajada de Francia
Sinopsis
El guión de Jorge Semprún se basa en el libro homónimo de Artur London que narra en primera persona las purgas estalinistas de las que fueron víctimas los disidentes del Partido Comunista checoslovaco, entre ellos el propio London. Estas purgas tuvieron lugar en el famoso Proceso de Praga de 1952.
Selección en Festivales
- 1970: Globos de oro: Nominada Mejor película extranjera
- Festival de Cine Francés en la República Checa (República Checa, 2021)
Apreciación
“Conociendo los hechos históricos parece imposible ya de entrada que existiera otro director más apropiado para relatar lo sucedido y más por su claro posicionamiento ideológico. Desde el primer momento seguimos al protagonista encarnado por Yves Montand, preocupado por el supuesto seguimiento y observación que sufre en su día a día, tanto él como su dispositivo de seguridad asignado como Viceministro de Asuntos Exteriores. El magistral manejo del punto de vista, combinado con un montaje ágil de las secuencias va colapsando su realidad ante nuestros ojos para llevarlo al extremo de la paranoia. El miedo a ser detenido por elementos de la misma organización y del estado al que sirve se ve justificado finalmente. Acaba por ser capturado y a partir de ese momento es sometido a un maltrato sistemático que incluye tratamiento de privación de sueño y comida, desgaste físico y manipulación psicológica permanente. La fotografía de Raoul Coutard se pone al servicio de una mirada con la cámara entre distante y contenida, que posiciona siempre al individuo protagonista frente al entorno reclusivo y lo contrapone a sus interrogadores y carceleros.
La naturaleza kafkiana de la situación de su personaje central se hace evidente. En su evolución pasa de negarse a reconocer la autoridad de quien pretende extraerle una confesión a rechazar los hechos totalmente fabricados contra el estado de los que le acusan, pero finalmente caerá en las garras de los burócratas en su búsqueda de deconstruir los hechos y retorcer el lenguaje para adaptarlos a la verdad oficial que quieren imponer. El montaje vuelve a ser aquí clave en la parte central del film. La perspectiva que toma en su estructura es la de un narrador no fiable que está relatando su experiencia puramente subjetiva y salta de un instante a otro de los interrogatorios —que se confunden y mezclan a partir de los temas y la orientación de las preguntas—, evoca breves conversaciones y momentos a través de flashbacks, dando cierta noción de transcurso temporal a través de la reiteración de las torturas en su celda. La consecuencia es la pérdida total de la percepción del tiempo, su descomposición. Todo se configura como un gran contínuo en el que el momento exacto en el que doblegan su voluntad resulta difícil de distinguir.
Costa-Gavras construye una crítica radical a la represión política de los regímenes comunistas y su alejamiento de los principios que sustentaron las revoluciones socialistas sin buscar desacreditar ideológicamente sus fundamentos. Son las estructuras de poder corrompidas y aquellos que las sirven ciegamente los que traicionan profundamente los ideales y el sacrificio del pueblo sobre los que se edificaron.”
Por Ramón Rey